Colectiva K-luumil X’ko’olelo’ob - nuestro proyecto político
El proyecto político de nuestra Colectiva K-luumil X’ko’olelo’ob es una apuesta híbrida donde el deseo y sueño (agua), se vuelve idea (viento), para voluntariamente (fuego) transformarlo en materia (tierra) y se renueva en el conocimiento (viento) de las mujeres.
Fotografía: Yaz Rivera
Alika Santiago
Vilma López, nuestra Mayora, hace 15 años regresó con el corazón expandido después de conocer la CIDECI - Uni Tierra en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y susurró el deseo a la maga: “Yo quiero una escuela así para las niñas, los niños y jóvenes de mi comunidad, para que aprendan lo que quieran; tenemos que hacerla, Alika”. Esa fue la primera semilla de nuestro proyecto, el deseo de Vilma, que también era el recuerdo del susurro de su madre, Doña Isabel, y el de sus ancestras.
Pasaron seis años para que la semilla que Vilma sembró en la complicidad de la amistad y de la escuela que ella es, brotara en la urgencia del territorio amenazado. El exterminio de la selva y el envenenamiento de la vida fracturó el camino y convocó a las mujeres para gestar el espacio en reacción a la urgencia. De ahí, que Vilma, Tere y Alika recorrieran varios meses los caminos olvidados de la selva, llamando a más de 2,500 Mujeres para informarlas sobre la amenaza y sus riesgos.
En el diálogo con las Mujeres de la selva profunda, entendieron que, la labor no era con el territorio amenazado y despojado por la agroindustria, sino con el resguardo del territorio molecular de las Mujeres guardianas de la vida en éste. ¿Cómo pedir a las Mujeres que defiendan los territorios cuando el sistema en su engranaje comunitario las enjuicia sin dejarlas ocupar efectivamente los espacios públicos? ¿Qué implicaciones tenía que las Mujeres participaran del espacio en lo personal, familiar y comunitario? ¿Cómo gestábamos legítimamente la organización de las Mujeres desde adentro de las comunidades? Cuando el tejido comunitario ha sido el lienzo a disposición de los partidos políticos, Estado, iglesias, academia y ONGs que en intenciones asisten desde la servidumbre, limosna o en el expertiz aniquilador de agencia personal y colectiva.
Decidimos que para gestar la agencia colectiva de las Mujeres era necesario ponernos al centro, como brújula y acción. La perspectiva de salud comunitaria, los cuidados y las Mujeres dieron cauce a nuestras aguas; sintiendo nuestra historia y la colectividad, empezamos a bordar una idea común que se volvió mantra para cubrir nuestro sueño. Hemos transitado estos nueve años en diferentes momentos que van desde la realidad externa, la personal, la colectiva, para plasmarlo en nuestro proyecto.
Somos Mujeres de la tierra, creadoras de realidades, de ideas, científicas y expertas de nuestra existencia, como Mujeres mayas, rurales, campesinas, apicultoras, maestras, madres, solteras, lesbianas, rebeldes e incansables.
Desde ahí hemos construido, a pesar
De la negación de nuestros padres por continuar nuestros estudios.
De las escuelas con modelos con el español como única opción, cuando nuestra lengua materna es el maya.
De la violencia familiar y comunitaria que ordenaba dejar la organización para volvernos a las casas.
De la violencia comunitaria que ha puesto en duda nuestro servicio.
De los institutos feministas que nombraron nuestra apuesta como etérea y no política.
De los fondos indígenas que cuestionan nuestra incidencia desde conceptos de occidente.
Del cuestionamiento de nuestro origen indígena, por los indígenas, al no ser hablantes de la lengua.
Del cuestionamiento de nuestra práctica espiritual maya, cuando hemos sido criadas como mestizas.
Del intento de apropiación o extracción de nuestro proceso y trabajo.
Nuestro proyecto político este situado en el territorio, en nuestros cuerpos, se gesta en nuestros saberes, en el de nuestras abuelas, en los de la selva, de las abejas, del agua, del fuego, del espíritu, de las niñas, de la medicina de nuestros encuentros, del cuidado, de la sanación, de la permanente dialéctica de la vida, del espíritu, de la ancestralidad y la realidad, ahí nos volvemos gestoras de conocimiento, del saber vivo que somos nosotras y que heredamos a las que vienen. Nosotras somos la biblioteca viviente del territorio.
Fotografía: Yaz Rivera

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