Tejer los siete colores del agua y del cielo.

Diálogo del pueblo Sami, del agua al cielo 

(7 colores - azules, 7 cielos, Cosmovisión Sami)



Visitar Finlandia significó una preparación interna en resonancia con los territorios. Fueron varias las sesiones de diálogo con la hermandad mapuche, maya y ancestral para significar y preparar el encuentro y visita de nosotras, mujeres del sur profundo al norte helado.


Supimos que más allá de nuestro intercambio con los pueblos y la academia en la V Conferencia SALSA, nuestra visita implicaba un diálogo más profundo con el territorio, su pueblo y sus seres, fue como intencionamos visitar el territorio Sami para entablar un diálogo del sur al norte.  En los espacios ceremoniales fue donde tuvimos los primeros mensajes de este intercambio: “Mirar el cielo […] mirar la divinidad de los territorios y su ser oráculo de los tiempos. Recordarán la lectura del cielo con su magistral luz en las noches frías de las tierras que tienen la memoria primigenia del agua solidificada ¿Qué quiere decirnos en agua en ese estado? ¿Cuál es su medicina? ¿Cuál es la resonancia de la bendita madre agua en ese estado tan pulcro, compacto? […] Los samis nos recordarán y enseñarán como se sostiene el fuego en la frialdad […]”(Fragmento de mensaje de los señores Toj, canalizado por Alika Santiago en ceremonia de fuego el 25 de febrero de 2025)


El territorio del norte, en el corazón del azul de la bandera Sami, nos abrió los siete caminos de los que partimos desde nuestra laguna y sus aguas para ir conectando con la pulcritud de sus lagos primeros y la danza del mar báltico. Una abuela Sami nos compartió que veníamos por buen camino y que el azul lagunero que disponíamos para caminar su territorio lo bordaríamos a sus ocho azules del cielo. 

Esta misma abuela nos señaló la ruta al corazón del agua, donde la isla anciana nos daría el mensaje para nuestros sures. Caminamos al norte en formas que nunca imaginamos y fue en las aguas primeras que nos compartieron la memoria de los siete cielos, los siete musgos, del día sin noche, de la gente que sabe hacer la vida con elegancia y templanza, con ese impulso de degustar la vida con certeza.



Ese territorio con su presencia y resonancia única nos recordó que habitar “la noche” en la luz del sol, la frialdad punzante de las aguas y sus tiempos en otros órdenes, nos exigía volvernos a nuestro centro, ahí donde se encuentra el corazón y nuestro fuego. En ese norte de días sin luz y de noches eternas, el fogón de la voluntad se enciende, así se sostiene el fuego en la frialdad de los tiempos.

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